TEATRO REGIO
SE REPONE “EL CORDERO
DE OJOS AZULES”
Vuelve la obra de Gonzalo Demaría, dirigida por Luciano Cáceres
Este viernes 30 de septiembre a las 21 El cordero de ojos azules, de Gonzalo Demaría, dirigida por Luciano Cáceres, volverá al Teatro Regio (Avenida Córdoba 6056), después de haberse presentado en el Festival Internacional de Teatro de Manizales (Colombia) a sala llena y con excelente respuesta del público.
Los intérpretes son Leonor Manso, Carlos Belloso y Guillermo Berthold. El contratenor es Matías Rivero y la cellista es María Eugenia Castro. El asistente artístico es Marcelo Pozzi, la puesta de sonido es de Patricio Pierantoni, la música original y los efectos sonoros son de Gerardo Gardelin, la iluminación es de Eli Sirlin, el vestuario de Julio Suárez, y la escenografía de Gonzalo Córdova. Este espectáculo es realizado en colaboración con el teatro de Fernán Gómez (Madrid, España).
Las funciones se realizarán de jueves a sábados a las 21 y los domingos a las 20.
Platea: $ 45,- Pullman y Palcos altos: $30,- Jueves, día popular, entrada general: $25,-
El cordero de ojos azules
En abril de 1871, el pintor y la canonesa se resguardan en las dependencias de la Catedral de Buenos Aires. Es Semana Santa, la peste azota la ciudad y el índice de muertes es alarmante. Todos, incluidos el gobernador, los magistrados y el Arzobispo, han escapado a otras ciudades de las garras de la enfermedad. El artista, venido de Madrid, tiene que cumplir con el encargo de pintar a Santa Lucía, tarea que se vuelve dificultosa por la falta de modelos adecuadas. La canonesa, descendiente de angoleses y antigua amante del difunto Deán, se ofrece, a pesar de su fealdad, a posar para la obra, decidida a que se cumpla el encargo.
Cuando aparece el pintor con un muchacho de belleza marmórea, cree encontrar en él a San Sebastián, quien salvó a Milán de la peste. Decide entonces retratar al Santo para redimir a la ciudad. Días después despierta de la fiebre y la canonesa le relata lo cerca que estuvo de morir a manos de la peste y de la Comisión (organismo improvisado para limpiar la ciudad de la cruel enfermedad), le cuenta de sus visiones sobre el joven y de la maternal atención que le prodigó para salvarlo.
Sólo la promesa de pintar a Santa Lucía lo ha mantenido con vida, y ella posará para lograr la culminación de la obra. La condena que caerá sobre el pintor es el infierno reservado a los estetas: “si la fealdad de la Medusa tenía el poder de convertir en piedra a quien la mirara, ¿qué efecto produce la belleza?”.
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