Una cárcel de Texas, como fondo y recuerdo la Guerra de Malvinas y la
espera de una ejecución que se prolonga indefinidamente hacen de la vida de
Tomás Fernández una pesadilla. A esto se suma la dominación que ejerce
sobre él el Subprefecto Stevens.
La obra de Daniel Goytía muestra convincentemente una dolorosa cercanía
a la realidad: las secuelas de la guerra, el autoritarismo, el
sometimiento, la locura, las bajezas humanas.
Marcelo Roitman, el director, las remarca y potencia dándole a las
escenas los tiempos precisos para crear un clima sofocante y movimientos justos
para que el espectador no pierda interés en ningún momento.
La escenografía y la iluminación aportan la sensación de frialdad
despersonalizada de cualquier oficina que, sumadas a la resolución del
tránsito por pasillos inexistentes pero inteligentemente sugeridos con el
desplazamiento de los actores, dan el toque necesario para completar la calidad
de la obra.
Muy bien Sergio Romero como Tom Fernández.
Excelente la composición de Néstor Villa dando vida al Subprefecto
Stevens.
Y como corolario: un final inesperado que sorprende y conmueve.
Recomendación: vaya a verla.
Maria Buscaglia
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