Las actas del juicio, los interrogatorios, los alegatos, las cartas de Vanzetti y las de Sacco, e innumerables escritos documentales, periodísticos y de ficción sobre el caso, fueron el punto de partida de Mauricio Kartun: “…Desde allí –explicaba el dramaturgo cuando la obra se estrenó, en octubre de 1992- fue mi propia mirada sobre esos materiales la que reconstruyó el proceso y le dio nueva forma. Con ese envión trabajé la partitura. Iluminado por la novela de Howard Fast, deslumbrado por la lucidez de los pensadores libertarios, y conmovido por la cantidad de notas y estudios que nos aportaron las bibliotecas anarquistas. De esta manera compuse -hice la dramaturgia- de este nuevo Sacco y Vanzetti. Compuse, insisto, ya que fuera del tratamiento argumental de algunas escenas, no hay en la obra ficción propiamente dicha, sino composición dramática de situaciones auténticas, y de textos documentales que descubro más conmovedores y expresivos que cualquier trama al respecto”.
Alentados por el sueño de la prosperidad en América, a principios del siglo XX, Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzzetti llegaron a Estados Unidos como tantos italianos. Zapatero uno, vendedor de pescado el otro, se conocieron en los alrededores de Boston y vivían humildemente soportando las condiciones laborales que imponía el sistema norteamericano en aquellos tiempos, sobre todo a los inmigrantes. Pensando en reivindicaciones se unieron a un grupo anarquista. El 15 de abril de 1920 fueron encarcelados acusados de asesinato y robo a mano armada. Durante el juicio no se aportaron pruebas contundentes que los inculpara, sin embargo fueron condenados a morir en la silla eléctrica. La sentencia generó protestas de grandes sectores sociales y el aplazamiento de la ejecución varias veces, pero el 23 de agosto de 1927 se hizo efectiva en Massachusetts. Cincuenta años después, Mitchell S. Dukakis, entonces gobernador de ese Estado, rehabilitó la memoria de los dos italianos y reconoció formalmente que Sacco y Vanzetti eran inocentes.
La música original y la dirección musical es de Gabriel Senanes, la iluminación de Pedro Zambrelli, el vestuario de Mini Zuccheri, la escenografía de Nicolás Nanni.
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