A fines de abril se estrena la obra
de Armando Discépolo, adaptada y dirigida por Analía Fedra García.
El viernes 21 de abril a las 20.30 hs se estrenará,
en el Teatro Regio (Avenida Córdoba 6056), Relojero de Armando
Discépolo, adaptada y dirigida por Analía Fedra García. El elenco está integrado por Osmar Núñez, Horacio Roca, Stella Galazzi,
Federico Salles, Martín Urbaneja y Laura Grandinetti. La asistencia
artística es de Cintia Miraglia, la escenografía de Rodrigo González Garillo,
el vestuario de Paula Molina, el diseño de luces de Marco Pastorino y la música
original de Gustavo García Mendy.
Las funciones se
realizarán de jueves a sábados a las 20.30 hs y los domingos a las 20 hs.
Platea:
$170.- Pullman: $120.-
Jueves
(día popular): $ 85.-
Duración
(aproximada): 100 minutos
En el hall del
Teatro Regio podrá verse una exposición en torno a la figura de Armando
Discépolo y su relación con el Teatro San Martín.
Relojero se presentó en la Sala Martín
Coronado en 1962, bajo la dirección del propio Armando Discépolo, con un
elenco integrado por Eva Dongé, Gianni Lunadei, Alejandro Anderson, Rafael
Rinaldi, Fanny Brena y Mario Giusti. En 1981 volvió a montarse en la misma
sala, con dirección de Carlos Alvarenga. En el elenco participó
nuevamente Rafael Rinaldi, y junto a él trabajaron Alicia Berdaxagar,
Walter Santa Ana, Patricia Gilmour, Andrés Turnes, Alberto Segado y Horacio
Roca, quien a su vez la protagoniza en la versión que se estrenará en 2017.
La obra
En plena década
infame, la familia de Daniel, el relojero, busca cómo sobrevivir. Sus hijos
tratan de encontrar su modo de ser libres y están en la disyuntiva de seguir la
tradición familiar o transformarla como sea. Por otro lado, los padres se
debaten entre soltar a sus hijos para que sean felices a su manera o retenerlos
para que sigan el mandato familiar.
Los personajes
–sacrificados, frustrados o ambiciosos- transitan diferentes estados: ilusión, resentimiento,
decepción, arrepentimiento, realización, fracaso… En Relojero colisionan dos “tiempos” distintos que plantean dos
interrogantes sobre la realidad, y problematizan los conceptos mismos de la
ética y la moral.
En esta puesta, donde además confluyen dos
generaciones de actores, se pone de manifiesto la vigencia de esta tensión
entre diferentes subjetividades. Así lo expresa la directora, Analía Fedra
García:
“La actualidad de Relojero es arrolladora. Si bien los
contenidos por los cuales se enfrentan distintas generaciones (padres e hijos)
y los de una misma generación (hermanos; matrimonio) cambiaron, se producen
choques sin salida. Aun con las mejores intenciones, y deseando lo mejor para
los demás, podemos convertirnos en enemigos invisibles de los otros y hasta de
nosotros mismos. Y lo que Discépolo abre con maestría, es que no privilegia
ninguna de las visiones: todos y ninguno tienen razón. La risa sacude y salva;
desata el horror y mata. Somos grotescos.
Redescubirse a través
de los grandes clásicos nacionales es una tarea transformadora, necesaria. Creo
que ponerlos en escena es la mejor manera de mantenerlos vivos. No sólo como
homenaje sino, sobre todo, dejando que la obra renazca y nos interrogue”.
El autor
Armando
Discépolo (1887-1971) fue el iniciador de un nuevo
género nacido en Buenos Aires: el grotesco criollo, una especie de ruptura con
el optimismo ingenuo que exhibía el teatro argentino de las primeras décadas
del siglo XX. Su obra describe episodios que cobran vigencia en este siglo XXI,
como el choque generacional, la desintegración de la familia, la miseria y la
frustración de la juventud.
Desde
temprana edad manifestó pasión por el teatro, pero fue recién a los 18, cuando
murió su padre, que decidió dedicarse por entero a la dramaturgia.
Tuvo
la suerte de que Pablo Podestá, el actor más importante del momento, se
entusiasmara y aceptara interpretar su primera obra teatral, Entre el hierro,
que fue un verdadero éxito. A partir de ese momento, Discépolo presentó
una o dos piezas por año, entre las que se destacan La torcaza, El
novio de mamá, El vodevil, La espada de Damocles y El
movimiento continuo. En ésta última aparece por primera vez la palabra
“grotesco” en la escena nacional. Corría el año 1916 y faltaban seis para que
en el país se conociera a Luigi Pirandello, lo que torna discutible la versión
de que el grotesco criollo sea hijo del autor teatral siciliano.
Luego
llegaron sus obras más reconocidas: Mustafá, Giácomo, Muñeca, Babilonia,
El organito, Stéfano,
Cremona y Relojero, escritas entre 1921 y 1934.
Todas
ellas comparten las atmósferas depresivas y la exaltación de las
contradicciones de sus protagonistas, quienes -tras una máscara de absurda
comicidad- soportan un profundo dolor y viven aferrados a un tiempo avasallado
por un progreso que los asfixia. Discépolo supo mostrar las miserias de
un orden social despiadado e injusto a través de la pintura de la vida
cotidiana de humildes, fracasados e inmigrantes.
Tras la
puesta en escena en 1934 de Relojero, la
última obra que escribió, se dedicó por entero a la dirección teatral y a otras
empresas culturales. Durante esa trayectoria, eligió obras de Payró, Tolstoi,
Somerset Maugham, Chéjov, Shaw y Shakespeare, y dirigió a los mejores actores
de su tiempo, en varias oportunidades en el mismo Teatro San Martín. También en
el San Martín dirigió sus piezas Relojero, en 1962 (Sala Martín Coronado)
y Stéfano, en
1965, interpretado por la Comedia Nacional (Sala Casacuberta). Sus obras fueron
a su vez montadas en numerosas oportunidades en el mismo teatro por otros
directores; entre otras, figuran: Cremona (dirigida por Roberto Durán en
1971 en la Sala Martín Coronado), El
organito en 1980 (dirigida por Santángelo en la Sala Casacuberta), Relojero
(dirigida por Carlos Alvarenga en 1981 en la Sala Martín Coronado), Stéfano
(dirigida por Roberto Mosca en 1986 en la Sala Casacuberta), Muñeca (dirigida por Rubén
Szuchmacher en 1988 en la Sala Martín Coronado), y Amanda y Eduardo (dirigida
por Roberto Villanueva en 2001 en la Sala Casacuberta). Más recientemente,
Roberto Mosca dirigió Babilonia (2008) y Julio Baccaro
montó El organito (2013), ambas en el
Teatro de la Ribera.
Armando
Discépolo murió el 8 de enero de 1971, a los 83 años,
en plena actividad.
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